Balanza antigua. |
Cierto día un cliente le compró un enorme rubí del tamaño de un huevo de gallina. Le pagó con 12 monedas de oro. Todo iba bien hasta que Shiram llegó a casa.
- ¡Shélima, cariño, mira lo que traigo! ¡He conseguido vender el rubí aquel tan grande que nadie me quería comprar!
- ¡Alabado sea Dios! ¡Qué alegría! ¡Has pesado las monedas para ver si son reales? No vaya a ser que a alguna le falte algo de oro.
- Pues no, no las he pesado. Me he fiado de la persona a la que he vendido el rubí.
- Anda que... Ya te vale. Venga, trae, que vamos a ver si te han engañado o no.
Shélima se puso a pesar con una balanza las monedas. Y en solo tres pesajes, sin utilizar ninguna pesa, pudo averiguar que, para desgracia de su marido y de ella misma, habían sido engañados. Una moneda pesaba menos que las demás.
La pregunta es: ¿cómo consiguió Shélima averiguar solo con tres pesajes qué moneda era la que pesaba menos?
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